Tras recorrer, en dos días de viaje, 150 millones de kilómetros, partículas altamente cargadas procedentes de eyecciones solares alcanzan la magnetosfera terrestre y son conducidas por ésta hasta los polos, donde interactúan con la atmósfera produciendo los fenómenos que conocemos como Aurora Polar. Son todo un espectáculo atmosférico, en el que el cielo nocturno se llena de cambiantes formas y colores, y ocurren cada día, en uno u otro polo, aunque verlos en vivo es geográficamente complicado para la mayoría de nosotros.
Aspecto del cielo de Columbia Británica, Canadá, el 26 de septiembre de 2006.
Es uno de los 10 retratos de la naturaleza, en forma de vídeos en Time-Lapse, que recoge Wired Science.
Eso es lo que tarda la Estación Espacial Internacional en dar una vuelta a la Tierra, desplazándose a una velocidad de 27.000 km/h. A 385 kilómetros de distancia de la superficie terrestre, el único punto de referencia, esa velocidad es casi inapreciable. Éste es uno de varios vídeos en time-lapse que resumen el viaje de la ISS alrededor del planeta en menos de un minuto.
Este rechoncho ser de 8 patas que parece estar pidiendo un abrazo a gritos es uno de los seres vivos más resistentes del planeta. Es un invertebrado que mide entre 0,1 y 1,5 mm y posible encontrarlo en cualquier lugar de nuestro planeta, lo mismo en los picos más altos del Himalaya que a 4.000 metros bajo el nivel del mar. Pueden vivir tras ser sumergidos en alcohol puro o en éter, y soportar durante varios minutos temperaturas extremamente calientes como 151ºC o extremadamente frías como -272, casi el 0 absoluto. Es capaz de vivir durante decadas sin agua, y además se ha demostrado que es increíblemente resistente al vacío del espacio y a la exposición a las radiaciones que conlleva. Un gran número de tardígrados, también conocidos como osos de agua, fueron puestos en órbita a bordo de la nave FOTON-M3 de la ESA, en septiembre de 2007. Tras 10 días, muchos sobrevivieron al vacío y a una radiación de hasta 5.700 Gy, y conservaron sus capacidades reproductoras. Para entender cuánta es la resistencia de estos bichitos, basta con decir que ningún humano soportaría más de 20 Gy.
Los tardígrados pueden ser increíblemente lóngevos. A mediados del siglo pasado, un científico holandés añadió agua a algunos tardígrados secos que estaban sobre la hoja de un helecho que llevaba seca en un museo desde el siglo XVII y, tras 200 años, despertaron y continuaron su vida normalmente. Esto es gracias a la criptobiosis, un mecanismo que suspende todos los procesos metabólicos de los tardígrados y otros seres vivos. Su volumen de agua pasa del 80% al 3% y pueden sobrevivir en este estado cientos de años para, cuando las condiciones sean más favorables, volver a la vida.
Aquí varios retratos de tardígrados en todo su esplendor. ¿No son adorables?
El objetivo del proyecto Excelsior era diseñar un nuevo sistema de paracaídas que permitiera un descenso y aterrizaje seguros a los pilotos que se eyectaran desde una gran altitud, para lo era necesario subir a un hombre hasta la estratosfera con ayuda de un globo de helio. La gran altitud que se esperaba lograr añadía el problema de la baja presión atmosférica. Los efectos de la ausencia de atmósfera en el cuerpo humano son mortales, y no sólo por la falta de oxígeno, por eso fue necesario el uso de trajes presurizados. El hombre designado para hacer la prueba fue el aviador y oficial de la USAF Joseph Kittinger, quien realizó tres los saltos de los que consta la misión. El primero de ellos, a finales de 1959, desde una altura de 23.287 metros, estuvo a punto de costarle la vida. El sistema estabilizador del paracaídas fue abierto demasiado pronto, enrollándosele alrededor del cuello. Aunque Kittinger estaba en caída libre con una rotación de 120 revoluciones por minuto e inconsciente, el paracaídas de emergencia, que se abrió a poco más de 3 kilómetros del suelo, le salvó la vida. A pesar este incidente, Kittinger repitió el salto solo tres semanas más tarde. Esta vez desde una altura de 22.769 metros, consiguiendo un aterrizaje exitoso. El tercer y último salto lo hizo el 16 de agosto de 1960. Desde una vieja pista abandonada al norte of Tularosa, Nuevo Mexico, inició el ascenso al que sería su gran salto. Un fallo de presurización de su guante derecho hizo que su mano se le inflamara, doblando su volumen y causándole un gran dolor. Aun así, Kittinger siguió subiendo y, tras una hora y media, llegó a una altitud de 31.300 metros. Desde esa altura, con una temperatura de 70º negativos y en medio de un silencio absoluto, o terrorífico como él mismo lo definió, Joe Kittinger pudo ver la Tierra como ningún ser humano la había visto jamás. La placa acoplada bajo la apertura rezaba "This is the highest step in the world" Y dándole la razón, Kittinger cruzó la apertura de su góndola deslizándose hacia el vacío.
A causa de la lejanía de la Tierra y de la casi ausencia de atmósfera, Kittinger no tuvo la sensación de estar cayendo. Sólo si tomaba como referencia su globo, que parecía alejarse contra el oscuro fondo azul del cielo, era consciente de que la gravedad hacía su trabajo. Cayó libremente durante 4 minutos alcanzando una velocidad de 998 km/h. Finalmente abrió su paracaídas a 5 kilómetros y medio del suelo.
Aunque no logró la fama de Neil Armstrong o Yuri Gagarin, la proeza de Joseph Kittinger es perfectamente comparable a la de éstos. Consiguió los récords de mayor ascenso en globo, salto en paracaídas de mayor altitud, caída libre más larga y mayor velocidad de un hombre en la atmósfera. Tambien fue el primer hombre en cruzar el Atlántico con un globo de gas. Todo fue filmado por la USAF y podéis verlo aquí. Además, y para acabar con un poco de música, el dúo escocés Boards Of Canada utilizó algunas tomas para el vídeo de Dayvan Cowboy, tema incluído en el álbum The Campfire Headphase.
La NASA desplegó a mediados de septiembre, en el glaciar Jakobshavn, en Groenlandia, un dispositivo poco común. La idea era estudiar la aceleración del proceso de deshielo de los glaciares. Para ello prepararon 90 patitos de goma, cada uno de ellos con un email de la NASA y la palabra recompensa en tres idiomas (el Inuit entre ellos) escritos en el lomo, y los dejaron caer por agujeros por donde corre el agua a traves del grueso del glaciar. La idea era que cuando alguien encontrara uno de los patitos se comunicara con la NASA, facilitando dónde y cuándo lo habia encontrado, así la NASA podría visualizar las rutas de los patitos y comprender mejor el proceso de deshielo.
De momento la cosa no ha tenido demasiado éxito, ya que, casi cuatro meses después, los 90 patitos de goma tienen el estatus de desaparecidos, al igual que la sonda con antena y GPS que fue lanzada con ellos (aunque no haya servido de mucho, se agradece el guiño tecnológico). Habrá que esperar un tiempo prudencial antes de darlos por perdidos, quién sabe si alguno de estos patitos es arrastrado hasta nuestras costas. Si te lo encuentras, que sepas que la recompensa es de 100$.