domingo, 18 de enero de 2009

Un astronauta en la Dinastía Ming

Según la leyenda Wan Hu vivió en la China del siglo XVI, la que era entonces el país con mayor desarrollo tecnológico del mundo, la China de la pólvora, los cohetes, las bombas y los fuegos artificiales. Era un oficial menor de la Dinastía Ming que sentía un gran interés por el cielo nocturno, las estrellas y, sobretodo, la Luna.
Un día decidió que ya había pasado demasiadas noches contemplando la belleza cielo, y que lo que él quería era verlo de cerca. Hacía siglos que China usaba la pólvora para muchos fines, desde fuegos artificiales hasta proyectiles de guerra. Si era posible lanzar una flecha sin un arco, tendría que haber algún modo de envíar a un hombre a la luna. Así que se puso manos a la obra.


La nave que iba a llevar a Hu hasta la Luna era una plataforma a la que se habían fijado 47 cohetes y a la que se habían atado grandes cometas para ayudarle a mantnerse en el aire una vez la plataforma hubiese despegado. Además se había colocado una silla para que Wan Hu pudiera estar más cómodo durante el trayecto.
Cuando llegó el día del despegue existía una gran expectación en torno al viaje de Wan Hu a la Luna. Éste, conocedor de la importancia histórica del momento, y vestido con su mejor traje, se sentó en la silla de la plataforma y ordeno a 47 de sus súbditos que prendieran los 47 cohetes.
Hubo una gran explosión y se formó una enorme humareda. Los súbditos de Wan Hu, y aquellas gentes que se reunieron ese día para ser testigos del histórico momento, y que minutos antes de la salida se alejaron prudentemente, se acercaban ahora nerviosos a la columna de humo que había en el lugar donde estaba la plataforma y descubrieron, una vez disipado el humo, que no había nada allí. Wan Hu y su nave habían desaparecido.

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